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En el caótico escenario de Tuxpan, motociclista y taxi se entrelazaron en un deslumbrante choque. ¿Quién bailó mal? Tránsito investiga el misterio.

¡Ahí les va una historieta que parece más complicada que entender el final de una película de Christopher Nolan! Resulta que en Tuxpan, en el libramiento Adolfo López Mateos, justo a la altura de la avenida Los Pinos, hubo un encontronazo que dejó a más de uno con los ojos cuadrados.

Resulta que un señor, Abel, un anciano de 62 abriles y vecino del fraccionamiento Fovissste Lomas, decidió darle un toque artístico a la carretera con su motocicleta Italika FT125, que según me dicen es roja con negro, como el dolor de cabeza de un deudor de Elektra. El señor Abel, en su afán de volar bajito, se encontró de frente con un taxi, sí señores, uno de esos carros que siempre andan como el diablo.

El taxi, que se las daba de bailarín de salsa en plena pista de hielo, es un Nissan Tsuru con número económico 569, matrícula A820XFU, del estado de Veracruz. Un coche de esos que, aunque no tenga aire acondicionado, te hace sentir la brisa del éxito.

Pero aquí viene lo bueno, dicen que el taxista, en lugar de bailar un tango con la carretera, se cruzó en el camino del motociclista. ¡Ay diosito lindo! Parece que el taxista quería jugar al escondite con la moto y, como podrán imaginar, la moto no es muy buena para esconderse.

El pobre Abel terminó con algunos raspones y magullones, y los paramédicos del Centro de Atención Médica Delta tuvieron que ir a rescatarlo de esta coreografía callejera y llevarlo al Hospital 2 Torres, que seguro es un lugar tan famoso como el Hollywood Walk of Fame.

Dicen por ahí que los de Tránsito Municipal van a tener que ponerse los lentes de sol y la chamarra de detective para averiguar quién tiene la culpa en esta película de acción. ¿Será que el taxista se volvió loco con tanto reguetón y se cruzó sin mirar? ¿O será que el motociclista se creía en una película de Rápido y Lujurioso y no supo frenar a tiempo? ¡Ay, qué enredada está esta historia, parece más enredada que un ovillo de lana en manos de un gato! Pero bueno, seguro que los agentes de tránsito resolverán este misterio como si fueran Sherlock Holmes con uniforme y gorra.

En fin, ahí se quedan con este culebrón en el libramiento Adolfo López Mateos. ¡Hasta la próxima, mi gente!

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